Era una mujer con tamaña lascivia que un simple ademán de sus ojos provocaba en mí voluptuosos sentimientos inefables.

domingo, 6 de junio de 2010

peces de colores



"Me suena, me suena, me suena, ¡JODER!, ¿de qué me suena? ¿Será de Chihiro? No. ¿De otra película? No, tampoco."

Tenía esa melodía correteando por mi mente y no sabía ubicarla, algo que me molesta mucho. Sabía que la conocía, que me encantaba, me hacía pensar e imaginar cosas bonitas o simplemente cosas. Era una de esas piezas que se te mete en el cuerpo y no sale; te pone la carne de gallina.

Y, ahora, un mes, casi dos después, lo veo. Veo los peces de colores, veo el autor, y no caigo en la cuenta de que es el compositor de esa, de esas pequeñas maravillas, pero sin embargo algo me dice que ponga el CD.

Suena la primera pieza y me recorre, lento, un gusano por todo el cuerpo. Cierro los ojos y automáticamente veo los altos árboles, la nieve, el hielo, cabelleras rubias, de colores, veo el frío. Efectivamente, ahí estaba todo. No lo había imaginado; lo conocía y estaba ahí en mis narices.
Y esa sensación que siento al ver esos peces de colores, al ver lagos congelados en mi cabeza, y al oír esas teclas del piano; esa sensación es increíble. Es genial.

Para Erik Satie, que no sólo me hace recordar.

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