"Me suena, me suena, me suena, ¡JODER!, ¿de qué me suena? ¿Será de Chihiro? No. ¿De otra película? No, tampoco."
Tenía esa melodía correteando por mi mente y no sabía ubicarla, algo que me molesta mucho. Sabía que la conocía, que me encantaba, me hacía pensar e imaginar cosas bonitas o simplemente cosas. Era una de esas piezas que se te mete en el cuerpo y no sale; te pone la carne de gallina.
Y, ahora, un mes, casi dos después, lo veo. Veo los peces de colores, veo el autor, y no caigo en la cuenta de que es el compositor de esa, de esas pequeñas maravillas, pero sin embargo algo me dice que ponga el CD.
Suena la primera pieza y me recorre, lento, un gusano por todo el cuerpo. Cierro los ojos y automáticamente veo los altos árboles, la nieve, el hielo, cabelleras rubias, de colores, veo el frío. Efectivamente, ahí estaba todo. No lo había imaginado; lo conocía y estaba ahí en mis narices.
Y esa sensación que siento al ver esos peces de colores, al ver lagos congelados en mi cabeza, y al oír esas teclas del piano; esa sensación es increíble. Es genial.
Para Erik Satie, que no sólo me hace recordar.
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